martes, 6 de enero de 2009

En mi diario caminar mañanero, a solas conmigo misma; sólo atenta a las voces del entorno; una niña, con gorro y abriguito rosa, apenas cuatro años, ayer, detuvo mis pasos y pensamientos: -Buscaba afanosamente pequeñas flores silvestres, fuera del camino asfaltado; escondidas, apenas visibles entre la verde hierba .Las cortaba o acariciaba con una delicadeza que causaba admiración y sorpresa.
Ni sus padres, ni su hermana: que corría en un patinete, le prestaban atención:
-¡Cómo le sonreían las flores! ¿Acaso hablaba con ellas? Las buscaba como siguiendo un ritual que sólo ella conociera.
Me acerqué a una cierta distancia, para no importunarla, temía que se asustara: Las mariposas vuelan si te acercas demasiado, y ella era, ¡una bella mariposa!

De golpe, me vi envuelta de nuevo en la emoción, y los controvertidos pensamientos con los que había empezado mi paseo; el fuerte impacto que me había causado la lectura, el día anterior, de “La elegancia del erizo”. Como una revelación, recordé su final: “… me digo que a fin de cuentas sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás… A partir de ahora buscaré los siempres en los jamases….La belleza en este mundo”.

¡Apresuradas flores silvestres florecían en enero!
¿Esperaban ellas ser apreciadas y acariciadas, como nunca, por una temprana, dulce y bella mariposa?

Sí, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un instante de caricias que por distintos caminos siempre llega.

martes, 30 de diciembre de 2008

Tu presencia es apacible, silenciosa, a una cierta distancia sonríes, siempre sonríes.
Tus éxitos no permites que se vean -sinceramente, no se dónde los escondes-. ¿Es astucia, es el nirvana de los santos o es el limbo de los tontos?
¿Qué eres tú -me preguntaba-; el contrapunto, el espejo que se ríe de nuestro fatigado
empeño en destrozarnos viviendo; para sobrevivir acaso?
¿Qué sabías del amor?; alguna vez lo sentiste?

No podía más, tuve que preguntarte.
Una mañana así lo hice: los dos solos; ante una taza de café, hablamos de todo eso: del dolor que nos rompe en mil pedazos, del caminar en la niebla dando tumbos, de los miedos que nos paralizan, de la magia sí del amor, y entonces fue cuando por primera vez vi tu rostro sin sonrisa, la mirada extraviada, una convulsión entera de todo tu cuerpo. Te echaste para atrás en la silla, y apenas un balbuceo, dijiste:-¡todo, lo sé todo!

Alargué mi mano temblando, tú la retuviste, y desde entonces es tuya. Desde entonces, eres mi mejor amigo.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Volver a empezar
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La tarde era sofocante, el calor se había presentado en mayo con la misma fuerza que en verano. Sin ganas de salir, Berta llamó a su amiga Julia para cancelar el encuentro.

Al colgar el teléfono ya estaba arrepentida; sabía que nada de lo que hiciera la alejaría de la opresiva soledad que la acompañaba desde que su hija Lucy se fue a estudiar a Madrid. Tenía pánico sobre todo a las tardes de domingo. Durante la semana el trabajo en la librería la mantenía activa, las horas pasaban rápidas entre libros y clientes. Pero en casa, ¡qué enorme vacío desde que ella se fue!
¡Cómo liberarse de esa sensación de soledad que la embargaba!
¡Había tantas cosas que ordenar en la casa! y no tenía fuerza ni estímulo para hacerlo. Necesitaba a Lucy sí, deseaba oír su voz, simplemente su: - Hola mamá, estoy bien, un beso-, era suficiente para borrar todas sus “neuras” y depresiones.
Mas, últimamente sólo sabía de ella por su compañera de apartamento.
Así que, cuando llamaba, siempre el mismo mensaje: -no estaba, decía Charo-, anda con su proyecto a cuestas y casi no nos vemos; está bien, seguro, dice que ya te llamará.
El cansancio de no hacer nada la puso nerviosa y empezó a remover armarios y cajones. En uno de ellos, oculto en un cofrecito de marquetería, estaba su diario. Empezó a leerlo y se dio cuenta de que terminaba la víspera feliz de su boda.
Ningún apunte posterior, y eso que ya habían pasado veinte años desde entonces.
Una fatiga añadida se apoderó de ella al terminar su lectura.

Incapaz de otra cosa buscó un disco de música relax -Madeleine Peyroux- su favorita en estas ocasiones y, tumbada en el sofá, empezó a serenarse.
Le faltaban sólo dos días para cumplir los cuarenta y cinco.
Tienes media vida por delante,- le decían sus amigos-, no sigas tirándola a la basura.
La semana anterior, tomando unas copas, habían vuelto cariñosamente al ataque:-No entiendo porqué te niegas a conocer otros hombres - dijo Susana-, está bien lo de la librería, fue muy buena idea cuando te separaste, te apasiona tu trabajo lo se, pero darle la espalda a enamorarse para mí es una cobardía.
-Y lo peor dijo Julia-, es que algún día lo lamentarás.
Berta contestó como siempre:-No me presionéis, lo intenté una vez y fue un rotundo fracaso.
-Bueno, eso ya lo sabemos- dijo Julia-; aquel individuo nos engañó a todos.
Con intención de poner una nota de humor en la conversación, que los estaba llevando a un callejón sin salida, Carlos dijo: -De acuerdo, pero en el mundo también existen hombres como yo (y miró a su mujer Susana, que le devolvió una sonrisa de complicidad).
Tienes que pensar,-continuó Julia atacando-, que tu hija estudiando en Madrid, conocerá a algún chico de por allá y seguirá su vida lejos de Zaragoza. En este punto Berta calló, tenía el presentimiento de que eso iba a ocurrir y una punzada en el corazón la dejó sin palabras.
Recordaba esta conversación con sus amigos mientras el pegajoso calor ya se había adueñado del piso, y una marea de desaliento y angustia empezó de nuevo a invadirla. Corrió hacia la ducha y en ese momento sonó el teléfono. -Hola mamá, sé que me has llamado varias veces, pero estoy muy ocupada con el proyecto que debo presentar la semana que viene, ya sabes lo importante que es para mí. Lo preparo con Javier y me paso los días en su apartamento. De todas formas contaba con que Charo es nuestro enlace, y que respondía a tus llamadas. -¿Cómo te encuentras? -Pues yo dolida, no es a Charo a quien deseo escuchar, sino a ti, oír tu voz. ¿Tan ocupada te tiene el proyecto que no te deja dos minutos para hablar con tu madre?-.
-¡Oh mamá, cómo eres! ¡No lo entiendes!-
-Sí, sí lo entiendo. Bueno, cambiemos de tema. ¿Cuando vuelves, sabes ya la fecha?-
-No mamá, no sé cuándo nos veremos. Javier y yo vamos a pasar el verano en una casa rural en la provincia de Segovia. Pero te prometo que pasaré algún día contigo.
Tras un corto silencio en el que Berta no pudo hablar porque un nudo en la garganta se lo impedía, Lucy continuó:-No te preocupes por nada mamá, estoy bien y feliz y espero terminar el curso sin problemas. Un beso muy fuerte, te quiero, y oyó como colgaba el teléfono.

No supo cómo llegó a la ducha, pero sí vio sus lágrimas y el agua fría recorrer por igual todo su cuerpo; no sabría tampoco decir cuánto tiempo pasó hasta que envuelta en la húmeda toalla entró de nuevo en el salón y abrió el diario. Sí, era el momento de enfrentarse a los veinte últimos años de su vida, dejar constancia de lo vivido. ¡Hasta ese último minuto!.
Y empezó a escribir:-Cuando me separé de Carlos, Lucy, mi hija, tenía diez años; los mismos que yo no había sido persona, sólo un animal adiestrado que obedecía, buscando a cada paso su aprobación para todos mis actos; yo no existía. Tampoco podía ser madre en su presencia; las caricias a mi hija lo irritaban; decía que la estaba haciendo caprichosa y consentida.

Hasta que aquella noche sentados a la mesa los tres para cenar, Lucy dijo que no quería y rompió a llorar. Asustada porque no recordaba haberla visto así desde muy pequeña, me levanté para abrazarla mientras le preguntaba qué le había ocurrido. Entonces él me obligó a sentarme mientras le gritaba que hablase; Lucy atemorizada, callaba y ante su silencio y sus lágrimas la mandó a la cama, prohibiéndome a mí que fuera a su cuarto.
Aquello por fin me dio fuerza para romper.
Libre ya de su atadura me fui dando cuenta del terrible daño que le había hecho a mi hija; a la vez que yo me hundía la arrastraba en mi caída.
Poco a poco como dos náufragos sin horizonte, apoyándonos la una en la otra hemos encauzado nuestras vidas. Esperando del tiempo una respuesta esperanzada.
Con el sentimiento de culpa pegado a mi alma, me he volcado por entero en ella, intentando remediar el infierno que, por mi locura, le hice vivir.
No, no he querido a mi lado otro hombre, otra presencia que perturbase su frágil equilibrio. ¡Y ella me ha dado tanto amor!

Gracias hija, pero ahora ya ha llegado el momento de que sigas tu camino, lo acabo de comprender. No seré una madre posesiva.
Me gusta ese muchacho. Me parece bien que os vayáis conociendo en la intimidad y que tengáis proyectos en común, que aprendas una relación de igual a igual, intuyo, ( y eso me hace muy feliz) que te has liberado de nuestra presencia traumática, que has madurado muy deprisa.
Cerró el diario. Había quedado atrás definitivamente el pasado.
El calor ya no la agobiaba.
¡Tenía que hablar con ella!
¡Sí, pronto, cuanto antes! Pasado mañana si se acuerda de felicitarme le diré que me alegro de su plan de verano con Javier y que yo, los quince días de vacaciones, iré a Paris, que no se preocupe por mí. Allí están Marc y Laura, mi amiga y compañera en los años de Facultad .Recordaremos viejos tiempos, lo pasaremos bien, seguro.
Le diré también que cuando venga, tenemos que hablar de muchas cosas, de mujer a mujer, y que sólo quiero su felicidad.



Maria